¿Odio y amor? Eso es lo que parece. Las relaciones laborales entre los integrantes de la prensa y las oficinas de comunicación institucional son muy parecidas a las de una pareja enamorada. Son como novios.
Supondremos entonces que los reporteros son los novios y las oficinas de comunicación institucional (OCI) las novias. Todo el tiempo pelean, se gritan, dejan de hablarse y después vuelven a buscarse, pues hay una codependencia implícita de ambas partes.
El reportero, como el novio, quiere algo de la novia o la OCI. Ese “algo” siempre es algún beneficio, en ocasiones informativo, en ocasiones económico. La OCI en cambio, todavía cree en el amor, pero no deja de hacer su labor por esto.
El boletín de prensa es como la carta de amor que da la novia para que el novio perdidamente enamorado de ella. Esta carta normalmente va acompañada por algún desayuno, comida o coctel y algún regalito que el novio aceptará alegremente.
Este regalito “inocente” busca muchas veces comprometer al reportero para que le responda a la OCI con otro tipo de carta, que será de dominio público y que debería ir en sincronía con el texto e información dada en alguna de las reuniones mencionadas antes, normalmente conocidas como conferencias de prensa.
Después viene la segunda cita, donde puede ser que el amor de la primera cita sea más grande todavía, gracias a los “regalos” dados antes, durante o después de la conferencia para que el reportero publique una respuesta favorable a la carta (boletín) de la OCI en su medio, ya sea en forma de nota, artículo, columna o comentario en algún medio electrónico o impreso.
También puede darse el caso contrario, en el que la OCI quede desilusionada del reportero, que efectivamente publicó algo, pero golpeando al padre de la novia (la dependencia gubernamental).
No conforme con esto, el reportero busca más información negativa del padre de la ofendida, pues los regalos dados en la cita no fueron de su completo agrado y quiere algo más.
Pero la novia no es santa y pura. Ha tenido otros novios y sabe cómo tratar con ellos. Al ver que el novio en turno le hace la vida difícil, ella deja de invitarlo a los compromisos sociales organizados por su padre, y él, escandalizado busca hablar directamente con éste último o con alguno de sus criados (subordinados de la dependencia) para conseguir lo que necesita y escribir más cartas comprometedoras y publicarlas en su medio.
Así pues, el reportero puede ser visto por la OCI y la dependencia que representa como el demonio o como un ángel caído del cielo que defiende sus intereses (obviamente con un precio).
La realidad es que las OCI y los representantes de los medios tienen una relación de amor-odio desde la creación de estas. Las OCI tratan de atender al reportero de la mejor forma (al menos en teoría) pero el reportero siempre quiere más.
Está en busca de una entrevista o una nota exclusiva sin ponerse a pensar que las personas a cargo de las OCI de las distintas dependencias tienen que atender a más reporteros, darles a todos la misma información y tenerlos contentos.
Así pues, los reporteros siempre buscarán la forma de evadir a las OCI para ir directamente con la fuente de la información y en su afán por la búsqueda de la “verdad” dejan en mal a la gente de comunicación institucional.
Sin embargo, las OCI dependen de los reporteros para poder dar a conocer los datos oficiales de sus dependencias y es así que podemos ver la codependencia mencionada antes en este mismo texto.
Así pues, podemos decir que del odio al amor (y viceversa) sólo hay un paso.