viernes, octubre 30, 2009

La historieta: de Fantomas a Pokémon; ¡a luchar por la justicia!


Desde antes que aparecieran en escena Dick Tracy y Mandrake, la historieta ha sido una forma de reflejar las ilusiones e inseguridades del ser humano, que se subliman en superhéroes capaces de escalar edificios como las torres gemelas (antes de ser derribadas) o sostener un planeta entero con la mano, como superman. ¿sobrevivirá la historieta a la nueva era de internet y la globalización?

Los cómics son un espejo que muestra el infinito y las perversidades del hombre, poniendo de manifiesto sus debilidades y miedos, que se muestran en la forma de demonios enmascarados, que descubren sus identidades para dar consuelo a las almas atormentadas de los hombres.
Quizá la creencia de que estos demonios son héroes con poderes especiales en busca de un bien común, destructores de realidades y perversiones, explica el éxito de las historietas. Con atavíos multicolores y armas apocalípticas, los superhéroes, dibujados por expertas manos que dominan la forma y el fondo, surcan los aires en pos de algún enemigo y sólo descansan en las gárgolas de los ajados edificios.
El abismo se abre para estos seres salidos de la imaginación. Llenos de temores vuelven a sus guaridas para curar las heridas y luego salir de nuevo a ese lugar inhóspito, su hogar.
En un mundo de Internet y de globalización, de videojuegos, de armas químicas y de bioterrorismo, surge la duda de si las historietas podrán mantenerse vigentes y seguir siendo objeto de la preferencia de la gente.
El surgimiento de la historieta moderna se remonta a fines del siglo XIX, con el nacimiento de The Yellow Kid, creación de Richard F. Outcault, contratado por Joseph Pulitzer, dueño del diario estadounidense New York World  para tener más lectores que su competidor más fuerte, William Randolph Hearst.
Pronto el Daily Treep (tira cómica) se hizo popular y la gente pedía más personajes. Es entonces cuando llegan historias como Los chicos de Katzenhammer y Mutt y Jeff y empieza una guerra encarnizada entre Pulitzer y Hearst por el control de estos primeros cómics y sus lectores.
La historieta alcanza su momento de auge en forma impresionante en la década de los 30, durante la Segunda Guerra Mundial, cuando se busca un símbolo de identificación en la sociedad norteamericana. Se crean dibujos de seres que hacen proezas y realizan aventuras asombrosas para deleite de la gente que los lee, todos ellos con mallones de color azul y rojo (los calzones por encima, al estilo Madonna, por supuesto).
Este es un momento medular en la historia del cómic, pues nacen 3 de sus figuras más importantes: Batman, Superman y Capitán América, estos 2 últimos adoptados como estandartes de la guerra, por los colores de la bandera de Estados Unidos.
De las pistolas a las telarañas
Además de los mencionados, había un número importante de seres ficticios bastante conocidos, como Dick Tracy, Mandrake, Fantomas y Tarzan, que son bien identificados en nuestros días a través de caricaturas y películas.
Estas historietas son las precursoras de los personajes creados a finales de los 50 y 60, y que actualmente siguen en la preferencia del público, tales como El Hombre Araña, Thor, Los Cuatros Fantásticos o Hulk.
Dichos cómics, a diferencia de sus predecesores, tienen una impresionante carga de fantasía combinada con elementos reales, que los ubican en situaciones palpables.
Pronto aparecieron más y más creaciones de artistas como Stan Lee (fundador de Marvel Comics) y surgieron revistas con títulos como Los Hombres X, en Estados Unidos, mientras que en Europa podían verse argumentos como La historia de O, ilustrada por Guido Crepax, o una versión pornográfica de Drácula.
También aparecieron heroínas de manera más constante. Grupos de superhéroes como Los Hombre X, cuentan entre sus filas a Tormenta, o la Liga de la Justicia, que le da un papel más importante a la Mujer Maravilla.
En los 80 hay un estancamiento creativo que sólo se salva por historias especiales como Muerte en Familia, de DC Comics, donde El Guasón mata a un rebelde Robin que encuentra a su madre, o la boda de un amigable vecino: El Hombre Araña.
Esta falta de creatividad en las historias es remplazada de algún modo por dibujos más reales. Sin embargo, por la misma falta de originalidad en los argumentos, hay un déficit en la cantidad de lectores, que buscaban no sólo un buen dibujo, sino también una buena aventura.
Para la última década del siglo XX nace una nueva camada de superhéroes con sus respectivas editoriales. Pronto fueron conocidos nombres como Spawn (creado por Tod McFarlane) de la casa Image; al mismo tiempo podíamos ver una serie de historias paralelas sobre Star Wars (Guerra de las Galaxias) hecha por la gente de Dark Horse Comics.
Ahora los dibujantes cuentan con escritores que apoyan de mejor manera los trazos que hacen y hay un nuevo auge de lectores de los llamados comic books.
Al mismo tiempo se dio un boom de historias alternas y crossovers (fusión de editoriales de historietas) en los que héroes de las más grandes casas de cómics luchan contra villanos de todo tipo.
El ne-ne-negro y su Ma´ linda

En México hay toda una tradición de la historieta, con características muy distintas del cómic estadounidense, donde los superhéroes son de carne y hueso y no cuentan con poderes especiales pero sí con gran picardía, una buena dosis de ingenio popular y un instinto muy afilado de supervivencia. Existe una variedad bastante amplia de personajes para todos los estratos sociales y que se muestra desde sus inicios.
Tenemos el caso de Memín Pinguín, un chico negro, pobre que vive en una vecindad de la colonia Guerrero con su madre, quien lava ajeno para sobrevivir, y tiene 3 amigos de diferentes clases sociales: el rico, el de clase media y el de clase baja, la estratificada sociedad mexicana de los años 60 vista en microcosmos. Es un adelanto de lo que después se vería en televisión con El Chavo del Ocho, creado por Roberto Gómez Bolaños, autollamado Chespirito.
La familia Burrón, de Gabriel Vargas, es otro ejemplo de cómo la historieta se nutre de la picardía popular y retrata las duras condiciones de las familias pobres, como en su tiempo lo hizo José Guadalupe Posada. Numerosos hombres y mujeres se sienten identificados con Borola y su marido Regino, y sus batallas cotidianas persiguiendo el bolillo de cada día.
Más sofisticado, Fantomas, es un personaje ideal rodeado de lujos y bellas mujeres, como una suerte de super agente 007, pero donde los juguetitos ultratecnológicos son reemplazados por juegos de ingenio y poder. Este original personaje llega a grados de excentricidad tales, que su gran pasión es planear y ejecutar robos de objetos inimaginables por el sólo gusto de hacerlo. Es el ser genial pero a la vez loco que suele producir de cuando en cuando el habitualmente tedioso mundo de la high society. Es como el Lord Byron de las tiras cómicas.
Memorables tambien fueron en los 60 y parte de los 70 el héroe costeño Chanoc, el niño justiciero del Bajío, El charrito de oro; la réplica de Tarzan, Tawa, el hijo de las gacelas, Los supersabios, entre otros muchos.
No podemos olvidar tampoco las historias épicas como Conan El Bárbaro, o las comedias de caballería ilustradas en Rolando el Rabioso, que con todos sus defectos, le daban un toque de ironía y sarcasmo a historias extraídas del medioevo, con su condimento de sabor mexicano.
Entre otras historietas mexicanas podemos encontrar El libro vaquero, un chili western en versión de viñeta, que solía vender 750 mil ejemplares cada semana en toda la República.
Ahora, con excepciones como Karmatrón y Los Transformers en los 80, o algunos intentos de historietas independientes, tales como Gallito cómics e historias como Operación Bolívar, o la gente de Apocalipce Studio, con sus Caballeros Aztecas, no hay una producción real de historieta en México.
Algunas convenciones de cómics como La Mole, La Conque o Mecyf en su momento, han intentado dar nueva vida a la historieta nacional, tomando en cuenta que la Sensacional de traileros, de la misma Editorial Vid, o Chicas trabajando de Editorial Tucán, son sólo piezas pornográficas de mala calidad y no dejan nada bueno al gremio monero del país.
¡Dame tu fuerza, Pegaso!
En la década de los 90 se da una explosión impresionante de la caricatura japonesa en nuestro país, que no tiene nada que ver con la versión naive de Heidi en las montañas o la cursilería de la Señorita Cometa con que se deleitaron nuestros padres en los albores de la televisión y que fueron las primeras importaciones culturales del país del Sol Naciente. Pronto se dieron a conocer historias como Saint Seiya (Caballeros del zodiaco) o Sailor Moon, que hicieron vibrar a casi todos los niños mexicanos.
Muy pronto se escuchó por doquier el famoso Kame-hame-ha de Gokú en Dragon Ball (Las esferas del dragón), o aparecieron historietas japonesas como Buble gum crisis.
A partir de entonces, todo lo hecho en Japón tomó fuerza en México. Se televisaron viejas caricaturas como Robotech, Los Súper Campeones y hasta Candy Candy, que fue vista por primera vez en los 70.
Las historietas y caricaturas norteamericanas dieron paso a las orientales, pues no había una producción de personajes nuevos y todo era refrito de viejas glorias setenteras y ochenteras, como Batman, Spiderman y Superman.
Ahora tenemos a Pokémon (monstruos de bolsillo) y Sakura Card Captors (Las tarjetas de Sakura), seguidos por Digimon, sin tomar en cuenta, por supuesto, todo el mercado de animación e historietas pornográficas.
El mercado Hentai (que es la categoría dada a este género XXX) es uno de los más solicitados entre el público azteca, y lo mismo podemos ver animaciones para niños adaptadas al porno que creaciones propias como New Angel o Angel of Darkness.
La nueva era de las historietas se da tanto en el papel y las pantallas de televisión como en Internet, donde se puede encontrar mucho material viejo y nuevo de nuestros personajes favoritos. Basta con entrar a un buscador para encontrar imágenes, canciones y hasta videos de cualquier caricatura que se haya visto en algún momento.
Algo es cierto: la industria de la historieta evoluciona cada vez más rápido y con más tecnología de por medio. Dicha tecnología queda de manifiesto en animaciones como Toy Story o Antz, hechas ciento por ciento en computadora.
A fin de cuentas, con o sin tecnología, siempre hay creaciones nuevas para todo mundo. Así pues, el legado de Joseph Pulitzer no se olvida y todos los días podemos ver, no sólo en los periódicos, sino en televisión y revistas, seres fantásticos, dispuestos a salvar al mundo para deleite nuestro, a pesar de la web y el cibersexo.